En los largos días en que la niña navegó en su cuna alba,
la abuela rezaba.
Su cara tenía el color de las fotos antiguas,
el gris opaco y el polvo del tiempo a sus pies.
En su andar recorría cajones, vitrinas, roperos,
destejía abrigos en la soledad
contando las horas de llanto y de sueño...
Sus ojos se empañaban, temía el adiós.
Su cara tenía el alma dibujada,
el gris opaco, el camino de los años,
un rosario de nácar
y muchas sombras vividas...
L.Fraix