viernes, 5 de junio de 2020

El mago


El mago con su silencio de gnomo
callaba las horas de sueños sublimes,
donde la noche abrigaba su estrella
y dormitaban las fábulas bellas.
Había vivido tantos momentos
que sentía la luz como una hermana
en el antro perenne del destierro.
Como castigo de ese loco encierro
ya veía en su refugio de soldado:
pieles negras, cenizas esparcidas,
su niñez florida, auras repentinas,
rastros de su risa y sus mitones fríos...
Entre flechas azules y caminos,
enredada por nubes pasajeras,
una musa muy angelical y eterna,
teñia con el manto la victoria
y dejaba detrás  huellas de gloria
sin saber si era digna de su pueblo.
Así el viejo mago se dormía...
sin estudiar el viento huracanado
ni el cristal vestigio de relámpago.
Estaba melancólico y cansado
de ver nieve pintando su cabeza
y el medio sol
en el hondo destiempo de la vida.

Luján Fraix